Tu as mon coeur

Nunca pude llegar a imaginar esto que estoy sintiendo. Llamadme romántico, estúpido o soñador, pero realmente creo que no tengo otra descripción mejor. Todavía recuerdo el olor de ese perfume que me enamoró, de esa mirada que me cautivó y de esos besos que me hicieron soñar. Cada día al despertarme recuerdo el sabor de esos labios que un día me hicieron volar, de esa tímida sonrisa que formaba su boca cuando nuestras miradas se encontraban y  del tacto de sus dedos al entrelazarse con los míos. Aunque alguien me hubiese dicho que aquel día, cuando nuestras figuras chocaron, esa primera mirada lograría que me enamorase de ella, no me lo habría creído. Toda nuestra historia, aunque breve, ha sido intensa. Como en un cuento de hadas. Y tanto es así, que siempre tiene que aparecer un personaje antagonista, y ese personaje apareció, apareció inesperadamente. Todo estaba acordado y yo, tonto de mí, estaba feliz, feliz de que por fin podría besarla y estrecharla entre mis brazos. Y cuando por fin la tuve frente a mí, supe que algo no iba bien. Supe que yo no era el príncipe de sus sueños y que nuestra historia había llegado a su final. Lo sabía, pero no quise creerlo. Todos los días que pasé cerca de ella estuve obsesionado con conseguir un beso de su boca, y tanto fue así, que no paré hasta conseguirlo. A ella no parecía importarle tener un chico que estuviera cada dos minutos mandándole mensajes que decían “Te quiero”, no parecía importarle jugar conmigo, porque en el fondo sé que es lo que hizo. Hizo y deshizo todo a su gusto: cuando ella quería, yo estaba allí para abrazarla y para besarla; pero cuando no era así, yo era el que lo pasaba mal, el que lloraba pensando lo que podía haber sido. Pasamos, o pasé a pesar de todo, varios días estupendos, maravillosos e inolvidables. Tan inolvidables que ahora no consigo alejar su imagen y los recuerdos de esos días de mi mente. De cada palabra que me hirió profundamente. De sus lágrimas al saber que podría perder al príncipe de sus sueños por mi culpa. Y de ese simple y frío adiós, que hizo que ella y yo nos despidiésemos para siempre.

Sin duda, morir

Dispuesto a morir por esa chica. Por esa chica que le causaba tanto dolor, tanta alegría. ¿Quién podía imaginarse que aquel apuesto joven se encontraría en esta extraña situación?
Solo una valla les había separado estos últimos meses, y desde el primer momento en que la vio, supo que sería el amor de su vida.
Apenas habían tenido contacto físico, si acaso se habían tocado rara vez la mano, pero una de esas veces, hubo una conexión especial, una conexión que hizo que estuviesen unidos para siempre.
El joven se levantaba cada día pensando en aquellos ojos azules que le habían robado el corazón, en esa voz que se adueñaba de todos sus sentidos. Pero también esta mañana al despertar, había sentido que algo no marchaba bien.
Su corazón comenzó a acelerarse hasta llegar al despacho donde se encontraba su jefe: “El último traslado del día está previsto para dentro de una hora, supervísalo”.
Parecía que alcanzaba las mil pulsaciones por minuto. El camino se le hacía eterno. Abrió la puerta de aquella valla y empezó a contar. Uno, dos, veinte, veintinueve… El treinta no llegó a salir de sus labios. Aquellos ojos azules se habían encontrado con los suyos de nuevo, como cada noche a las once. El rostro del joven reflejaba rabia, impotencia, dolor… El de la chica tan solo ingenuidad. Los demás vigilantes enviaban a toda aquella gente a las duchas, pero ella no podía ir. Intentó explicar su situación a sus superiores, pero la respuesta fue rotunda: debe morir, nació para morir. Agarró la mano de la chica por primera vez y se dispuso a tomar aquella ducha. No dejaron de mirarse hasta que sus corazones dejaron de latir.

Sueño en una botella

Había tenido un sueño tenebroso. Un sueño de esos, que al despertar, piensas: ¿Sigo viva? Me encontraba en mi cama como cada mañana. Se puede decir que era una chica soñadora, algo egocéntrica y muy, muy enamoradiza. Eso ha hecho que en más de una ocasión mi corazón se haya roto en pedazos. Pero bueno, creo que mis padres me ayudaron a salir adelante solo con haberme puesto un nombre: Valentina. Ese nombre me da el coraje suficiente para seguir, aunque todo parezca imposible.
Al levantarme, resbalo con un objeto transparente que atrapo desde el suelo. Una botella. ‘’ ¿Qué hace aquí una botella?’’. Quito el corcho y a continuación saco la hoja que había en su interior.
Pienso en ti cada día, cada noche, cada momento de mi vida… Siempre.
¿Qué? Genial, ahora parece que el día de los Santos Inocentes se ha cambiado a verano.
Como cada día de mi vida voy a la cocina, abro la nevera… y, ¿una botella se cae y se rompe? Genial, esto no suele pasar…
¿Otra nota? Tus ojos, tu boca y esa mirada hacen que me sienta tocando las estrellas…
Sí, y tus palabras en plan Romeo hacen que mi estómago se salga de mi boca.
Salgo de mi casa, después de suplicarle a todo lo que me encontraba por el camino que no volviese a toparme con una botella más… Pero mis súplicas no sirvieron para nada. En mi taquilla había otro objeto transparente más. Saqué la nota: ¿Por qué cada día estás más hermosa? ¿Por qué cada vez estoy más enamorado de ti?
La gente se aburre mucho, muchísimo, gastan tinta y papel a lo tonto. En serio, ¿por qué no hacen algo más productivo que hacer notar mis nervios?
En clase las horas se me hicieron eternas… Y más aún cuando llamaron a la puerta, abrieron y no había nada… tan solo una botella en el suelo. El profesor sacó la nota y la leyó en alto.
Porque todos los ángeles deberían de llamarse Valentina, y tener esos ojos cristalinos que me eclipsan.
Mis mejillas se tiñen inmediatamente de un color rojo demasiado intenso como para pasar de inadvertido… Las risas de mis compañeros hacen que abandone el centro inmediatamente. Al cruzar la puerta del instituto, sentí como me invadía una sensación de déjà vu. Y allí, encima de un coche, otra botella.
Queda poco para encontrarnos, te prometo que será mágico, como nuestra historia…
¿Qué historia? Realmente estoy empezando a ponerme nerviosa…
Al llegar a mi casa compruebo que estoy sola. Una canción procedente de mi habitación hace que me dirija allí para ver lo que sucede. No puede ser: las cartas, las notas, esa letra… Y aquel hombre parado frente a mí. Recuerdo el sueño que me había producido tantos escalofríos. Solo pude articular un grito lleno de terror.

Tú y yo hemos perdido

Tu sonrisa, esa sonrisa que ilumina mi día,
es lo más perfecto que jamás he tenido.
Tus abrazos, ese principio de algo,
algo que ha nacido y me encanta.
Estos besos, este milagro que me
hace sentir como una princesa.
Mis nervios, esta sensación que
me persigue cuando tú estás cerca.
Todos y cada uno de los sueños en los que tú,
tú eres el protagonista de mi felicidad.
Ese vacío que siento al no verte,
al no ver la luz que irradia tu presencia.
Ese miedo que me atormenta cada vez
que no te siento cerca de mí.
¿Dolor? Sí, eso que siento siempre que me haces daño.
Cada una de las lágrimas que me haces gastar,
cada vez que me haces llorar y no puedo parar…
El conocimiento de todo lo anterior,
ese conocimiento que me hace saber que todo es un sueño…

Dedicado al Secreto 2 :$

Belleza impactante

No paraba de mirarse en un espejo. Aquel rostro, aquel rostro que todo el mundo veía le mantenía alerta. Unos claros ojos verdes de los que brotaban varias lágrimas, que en un par de minutos podrían llegar a inundar la habitación, eran la clara imagen de un hombre que no sabía lo que era sentir la felicidad. Un celoso empedernido, un mujeriego. Volvía locas a la mayoría de las mujeres, pero aquella noche se topó con la excepción. Todo el mundo le comentaba que poseía una belleza impactante, y él terminó por creérselo. Intentó filtrear con una chica de tan solo dieciséis años. Ella le dejó claro desde el primer momento que tenía novio, que no le iba a traicionar. Se convirtió en un reto. Noche tras noche la seguía hasta su casa, hasta que, finalmente una de ellas se quedó sola. En un par de minutos consiguió forzar la cerradura y entró sigilosamente. Una luz provenía del piso de arriba y aquella chica que le había embrujado estaba allí, desnuda ante sus ojos. Lo que sucedió a continuación fue demasiado aterrador para aquella chica, muy divertido para el hombre. El hombre no para de escuchar los gritos de terror de la chica… de ver cada lágrima que derramó antes de que él terminase con su vida. El vello de su cuerpo se eriza cada vez que recuerda esa mirada de súplica, de terror. El reflejo del espejo muestra a un hombre arrepentido, solo… Muestra a un hombre que se corta las venas para así poder estar en paz con la chica, y poder decirle tan solo dos palabras: lo siento.

Dedicado a Rodrigo Jiménez Santana :)

Una noche en las nubes

Llevo soñando con este momento toda mi vida. Cada segundo he soñado con ese príncipe que algún día llegaría, me cogería en brazos y me llevaría lejos, dónde nadie pudiese encontrarnos. Ese día ha llegado. Estamos en el lugar acordado, a la hora precisa. El brillo de tus grandes ojos azules se pude ver a millas. Tu cabello rubio brilla a la luz del sol, ese sol que anuncia un día lleno de felicidad, de emociones. Mi cuerpo, mi mente y todo mi ser se encuentran en las nubes. Nuestras miradas se encuentran, y una enorme sonrisa se dibuja en el rostro de ambos. Te acercas lentamente hacia el banco donde yo me encuentro sentada, sonriendo y mirándote como si fuese la primera vez que nuestras miradas se encuentran, mirándote como si no hubiese nada ni nadie más importante en el mundo. Creo que sientes lo mismo, pues tu mirada me lo dice todo. Algo ha ocurrido, algo que no me gusta. Es una sensación de déjà vu. Todo se vuelve oscuro. El hermoso paisaje se distorsiona, tus ojos ya no brillan, tu sonrisa desaparece, tu persona desaparece, mis ojos se cierran y mi rostro se llena de lágrimas…
Mis ojos se abren de nuevo, las lágrimas no han desaparecido. Ese día no ha llegado. Seguiré soñando con ese momento hasta que por fin, tu presencia, tus ojos y tu sonrisa sean de verdad, y no me los encuentre una noche en las nubes…

Gabriela

Un avión atraviesa el océano Atlántico a trece mil metros de altura, y tú, querida Gabriela, te encuentras a mi lado. Hemos esperado este viaje con tantas ansias que parece imposible que ahora estamos aquí tú y yo, juntos, sin nadie que nos interrumpa. No he querido decirte hacia donde nos dirigimos, pues pienso que será mucho más impactante cuando tú misma lo descubras.
Me acuerdo del día en que tuvimos nuestra primera cita. Había tanto nerviosismo en el ambiente… Parece que fue ayer cuando te pedí que fueras mi novia y tú aceptaste y nos dimos aquel beso… Y pensar que ya han pasado doce años. Por ese entonces éramos unos adolescentes soñadores que pensábamos que estaríamos toda la vida juntos… y en cierta forma es verdad.
Acabamos de aterrizar en la Península Ibérica, querida Gabriela, el lugar al que querías viajar para disfrutar de nuestra luna de miel…
“Cuando tú y yo nos casemos, vamos a tener una luna de miel especial, única… y me vas a llevar a Portimão, y allí vamos a encargarnos de tener ese hijo que tanto queremos…”
Esta playa, esta brisa y esta maravillosa compañía… Portimão siempre tendrá algo de ti, querida amante, Gabriela: Te quero.
Adiós, Portugal. Cuando estudiabas de niña a los faraones egipcios, siempre quisiste pisar la tierra por la que un día caminó Cleopatra… Me pregunto qué sientes ahora que estás aquí, en Egipto, contemplando el lugar que un día contempló la hermosa Cleopatra. Guárdate este recuerdo, mi único amor, Gabriela: Ana baħébbik.
Hemos pasado unos días maravillosos, pero ahora hemos cambiado de país mi fiel compañera. Estamos en Arreau, la localidad francesa en la que nació tu madre. Siempre la quisiste tanto, y ahora, en el cementerio, cuando un suave viento roza mi rostro, sé que siempre estaréis unidas. Gabriela: Je t’aime.
Volvemos a trasladarnos de lugar, tal y como a ti te gusta. Nunca supe el porqué del empeño que pusiste aquel día por girar la bola del mundo y elegir un país a donde viajar, pero recuerdo perfectamente que era la bella Toscana de Italia, y, tal y como te prometí, aquí estamos. Grosseto, situado al sur, fue la ciudad que más te llamó la tención, y ahora, sé el por qué. Querida novia, siempre formarás parte de Grosseto y de Italia, Gabriela: Ti amo.
“Amor, ¿tú cómo crees que se verá el mar Mediterráneo desde Mykonos? Debe de ser algo mágico… y debes sentir la presencia de todos los dioses y diosas griegas…”
Esa mujer soñadora… esta mujer que eres Gabriela, es de la que siempre estaré locamente enamorado. ¿Notas la presencia de esos dioses? ¿Ves la maravillosa vista de este mar que parece infinito?, Gabriela: S’agapo .
“¿Qué se pide en este tipo de restaurantes? El pollo al limón me tienta, pero, ¿qué es un rollito de primavera?”
Esa naturalidad con qué preguntas todo, incluso las cosas que tú pareces conocer, es una de las miles de cosas que me gustan de ti, querida Gabriela.
“Un rollito de primavera es un rollo elaborado con una pasta rellena de diferentes verduras y algo de carne picada. Seguro que te encantará”
Y te encantó, y desde ese día quisiste venir aquí, a China, para comprobar si los rollitos serían iguales. ¿Qué me dices del sabor, amor mío? Siempre te pertenecerá, Gabriela: Wo ai ni .
Recuerdo nuestra primera visita al museo del Louvre. “¿Qué hace un grupo de japoneses mirando ese cuadro? Prométeme que un día iremos a Japón y ellos se preguntarán que hacen una pareja de españoles mirando lo más simple que nos encontremos, por favor” Con esa carita de ángel, ¿quién te iba a decir que no? Y aquí, tal y como te prometí nos encontramos. Mira todo con detenimiento querida Gabriela. ¿Ves cómo nos miran esos japoneses de allí? Este momento es solo tuyo, Gabriela: Ai shiteru.
Y, ¿qué me dices de la cultura de Indonesia? Siempre sentiste curiosidad por el Imperio Majapahit y ahora, por fin, podrás conocer a sus descendientes… Todos ellos ahora llevan algo de ti, porque todo el mundo que te conoce, siente desde la primera mirada que eres maravillosa, Gabriela: Saya cinta padamu.
Nunca pudiste hablar el inglés con total fluidez, pero era un idioma que te apasionaba.
“Es que por más que estudio no apruebo; por más que escucho mil veces el diálogo, no lo puedo pronunciar, y…”
Y las lágrimas comenzaron a brotar de tus ojos. Lo que más me gusta de ti, querida Gabriela, es que a pesar de todo, nunca te rindes. Tienes esa fuerza que muchos querrían tener. Ahora hemos viajado a esa ciudad: Nueva York. Aprenderás el inglés cueste lo que cueste, porque tú y yo sabemos que cuando te propones algo, terminas lográndolo. Aquí dejarás algo de ti y estoy seguro de que aprenderás el idioma que tanto ansías por completo. Gabriela: I love you.
Nuestro último destino, mi amada Gabriela, es nuestro país natal, España. ¿Te recuerda algo especial la provincia de Zamora? ¿Más concretamente el Lago de Sanabria? Por supuesto que lo recuerdas…
“Siempre he oído decir que todos tenemos una media naranja, alguien que nos complementa, alguien con el que siempre estamos dispuestos a pasar el resto de nuestra vida. ¿Sabes qué? Que yo ya la he encontrado. Ya te he encontrado, y no pienso dejarte ir nunca”
Y nunca lo hiciste, querida Gabriela. Aquí, sentado en el lugar donde nos juramos amor eterno, recordaré nuestra historia, una y mil veces, hasta que mi luz se apague, mientras tú extiendes tus alas y vuelas como un ángel, como lo que siempre fuiste y eres, aunque tú no te dieses cuenta, Gabriela: Te amo.