Tabú

Había pasado una noche entera sin dormir. Aquella nota le había causado un nerviosismo fuera de lo normal. Las infusiones no habían conseguido tranquilizarle, ni si quiera las pastillas que le había recomendado su amigo. Todo era muy extraño. Aquella mujer le atraía como ninguna, pero no la amaba. Ella sin embargo, obsesionada con él, creía que sí. A las seis en punto de la tarde se produciría aquel encuentro, la puntualidad era el factor más importante, pensó él. Ella conocía los sentimientos de él hacia otra mujer, pero se convencía de que no eran ciertos. El reloj marcó las seis menos cuarto. Ella se encontraba en el lugar acordado, el buscaba las llaves por toda la casa. Las seis menos diez. Ella sacó un objeto de su bolso, el comenzaba a impacientarse. Las seis menos cinco. La búsqueda continuaba y la mujer acercó el objeto a su boca. Las seis en punto, él salió corriendo hacia el lugar donde se encontraba su amante, un extraño estruendo le alertó. La llegada le abrumó: una mujer yacía en el sueño, con una sonrisa espeluznante dibujada en su rostro. Al día siguiente mientras esperaba a que le entregasen sus restos, no se podía imaginar que las llaves que buscaba se fundían en el interior de aquella mujer y que aquella nota, junto con su dueña, se consumía para siempre: mi muerte cargarás en tu conciencia a las seis de la tarde gracias a nuestro primer encuentro.
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